El capítulo I de UR expone los «principios católicos» del Ecumenismo. En anterior redacción, el Decreto hablaba de «ecumenismo católico», lo que parecía sugerir que existían varios ecumenismos, cuando, en realidad, se trata de un único movimiento de búsqueda de la unidad, al que se acude desde la propia identidad confesional. Esta identidad («principios católicos») es precisamente la que trata de delimitar el Decreto de Ecumenismo, siempre en referencia a la Constitución Lumen gentium. [José R. Villar, El Decreto conciliar sobre ecumenismo y la Encíclica "Ut unum sint", en "Scripta Theologica" 28, 1996, p.105]

Los «principios» se centran en la comprensión católica de: la unidad y unicidad de la Iglesia (UR 2); la situación de los hermanos separados (UR 3); el Ecumenismo a la luz de lo así establecido (UR 4). [Ib., p. 105]

4.1 Unidad y unicidad de la Iglesia
Estudio detenido de UR 2 en relación con el capítulo I de “Lumen gentium”

               2.            La caridad de Dios hacia nosotros se manifestó en que el Hijo Unigénito de DIos fue enviado al mundo por el Padre, para que, hecho hombre, regenerara a todo el género humano con la redención y lo redujera a la unidad. Cristo, antes de ofrecerse a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima inmaculada, oró al Padre por los creyentes, diciendo: "Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mi y yo en tí, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado", e instituyó en su Iglesia el admirable sacramento de la Eucaristía, por medio del cual se significa y se realiza la unidad de la Iglesia. Impuso­ a sus discípulos el mandato nuevo del amor mutuo y les prometió el Espíritu Paráclito, que permanecería eternamente con ellos como Señor y vivificador.

               Una vez que el Señor Jesús fue exaltado en la cruz y glorifi­cado, derramó el Espíritu que había prometido, por el cual llamó y congregó en unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad al pueblo del Nuevo Testamento, que es la Iglesia, como enseña el Apóstol: "Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados en una esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismos". Puesto que "todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo.... porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". El Espíritu Santo que habita en los creyentes, y llena y gobierna toda la Iglesia, efectúa esa admirable unión de los fieles y los congrega tan íntimamente a todos en Cristo, que El mismo es el principio de la unidad de la Iglesia. El realiza la distribución de las gracias y de los ministerios, enriqueciendo a la Iglesia de Jesucristo con la variedad de dones "para la perfección consumada de los santos en orden a la obra del ministerio y a la edificación del Cuerpo de Cristo".

               Para el establecimiento de esta su santa Iglesia en todas partes y hasta el fin de los tiempos, confió Jesucristo al Colegio de los Doce el oficio de enseñar, de regir y de santificar. De entre ellos destacó a Pedro, sobre el cual determinó edificar su Iglesia, después de exigirle la profesión de fe; a él prometió las llaves del reino de los cielos y previa la manifestación de su amor, le confió todas las ovejas, para que las confirmara en la fe y las apacentara en la perfecta unidad, reservándose Jesucristo el ser El mismo para siempre la piedra fundamental y el pastor de nuestras almas.

               Jesucristo quiere que su pueblo se desarrolle por medio de la fiel predicación del Evangelio, y la administración de los sacra­mentos, y por el gobierno en el amor, efectuado todo ello por los Apóstoles y sus sucesores, es decir, por los Obispos con su cabeza, el sucesor de Pedro, obrando el Espíritu Santo; y realiza su comunión en la unidad, en la profesión de una sola fe, en la común celebración del culto divino, y en la concordia fraterna de la familia de Dios.

               Así, la Iglesia, único rebaño de Dios como un lábaro alzado ante todos los pueblos, comunicando el Evangelio de la paz a todo el género humano, peregrina llena de esperanza hacia la patria celestial.

               Este es el Sagrado misterio de la unidad de la Iglesia de Cristo y por medio de Cristo, comunicando el Espíritu Santo la variedad de sus dones, El modelo supremo y el principio de este misterio es la unidad de un solo Dios en la Trinidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

            LG n. 8: Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confe­samos una, santa, católica y apostólica, la que nuestro Salvador entregó después de su resurrección a Pedro para que la apacentara (Jn., 24,17), confiándole a él y a los demás apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt., 28,18), y la erigió para siempre como "co­­lumna y fundamento de la verdad" (1 Tim., 3,15).

    Esta Iglesia constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, permanece (subsistit in)  en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, aunque pueden encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica.

El Decreto parte del designio divino de unidad. En el tiempo anterior a la Pasión, la unidad es la finalidad de la Encarnación, el objeto de la oración de Jesús y del mandato de la caridad; es el efecto de la Eucaristía, así como de la promesa del Espíritu Santo. [Ib., p. 106]

Dios mismo ha dado los factores de unidad. En la Iglesia hay elementos de unidad invisibles (el Espíritu Santo) y también visibles (el ministerio apostólico). [Ib., p. 106]

4.2.1 La unidad y sus rupturas

El Concilio contempla la realidad de las separaciones y proyecta sobre ellas la doctrina acerca de la unidad expuesta en el número anterior. [Pedro Rodríguez, op. cit., p. 81].

 US, 2: No pocas veces, además, la inercia, la indiferencia y un insuficiente conocimiento recíproco agravan estas situaciones. Por este motivo, el compromiso ecuménico debe basarse en la conversión de los corazones y en la oración, lo cual llevará incluso a la necesaria purificación de la memoria histórica. Con la gracia del Espíritu Santo, los discípulos del Señor, animados por el amor, por la fuerza de la verdad y por la voluntad sincera de perdonarse mutuamente y reconciliarse, están llamados a reconsiderar juntos su doloroso pasado y las heridas que desgraciadamente éste sigue produciendo también hoy.

US, 3: La Iglesia católica reconoce y confiesa las debilidades de sus hijos, consciente de que sus pecados constituyen otras tantas traiciones y obstáculos a la realización del designio del Salvador

 4.2.2  La Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica. Grados en la comunión

Con la expresión "subsistit in" el Concilio ha querido honrar la realidad cristiana que existe en los demás Iglesias y comunidades, a la vez que afirma ser ella la presencia plena de la Iglesia de Jesucristo en la tierra. Esos "elementos de santidad y verdad" (elementa seu bona Ecclesiae) se hallan presentes "fuera del recinto visible de la Iglesia Católica" (UR 3), y permiten hablar de verdadera comunión entre los cristianos, aunque imperfecta. "La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro".

"En efecto -dirá Juan Pablo II- los elementos de santificación y de verdad presentes en las demás Comunidades cristianas, en grado diverso unas y otras, constituyen la base objetiva de la comunión existente, aunque imperfecta, entre ellas y la Iglesia católica. En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas" (US 11).

Dominus Iesus explica: Con la expresión "subsitit in", el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos afirmaciones doctrinales: por un lado que la Iglesia de Cristo, no obstante las divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia católica, y por otro lado que "fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad", ya sea en las Iglesias que en las Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia católica. Sin embargo, respecto a estas últimas, es necesario afirmar que su eficacia "deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia católica" (n. 16)

Sólo la Iglesia Católica es auxilio general de salvación. «Los hermanos separados no poseen, ni individualmente ni sus comunidades e Iglesias, aquella unidad que Jesucristo quiso comunicar a cuantos regeneró y convivificó, destinándolos a un solo cuerpo y a una nueva vida... Pues la plenitud total de los medios de salvación sólo puede alcanzarse mediante la Iglesia Católica de Jesucristo, que es el auxilio general de la salvación». «...el Señor confió todos los bienes [omnia bona] de la Nueva Alianza únicamente al Colegio Apostólico presidido por Pedro, para la constitución del único Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual es necesario que se incorporen plenamente cuantos ya pertenecen de alguna manera al pueblo de Cristo». US, 11: la Iglesia católica afirma que, durante los dos mil años de su historia, ha permanecido en la unidad con todos los bienes de los que Dios quiere dotar a su Iglesia, y esto a pesar de las crisis con frecuencia graves que la han sacudido, las faltas de fidelidad de algunos de sus ministros y los errores que cotidianamente cometen sus miembros. Se está recordando LG 8: La Iglesia de Cristo subsistit in

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4.2.3 Principios doctrinales de UR 3: los conceptos de "elementa Ecclesiae" y de "communio"; el Bautismo, punto de partida del ecumenismo.

Texto 3. En esta una y única Iglesia de Dios, ya desde los primeros tiempos, se efectuaron algunas escisiones que el Apóstol condena con severidad, pero en tiempos sucesivos surgieron discrepancias mayores, separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes. pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor; puesto que quienes creen en Cristo y recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica.
Efectivamente, por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la plena comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar. Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica.
Es más: de entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles; todo esto, que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo.
Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación.
Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.
Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y vivificó en un cuerpo y en una vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la Tradición venerable de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado, crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.

 

  Los elementa Ecclesiae.  «...muchos e importantes elementos y bienes [elementa seu bona] que, en conjunto, constituyen y dan vida a la misma Iglesia, pueden hallarse fuera de los límites visibles de la Iglesia Católica (...) todo esto, que procede de Cristo y lleva hacia Él, pertenece de por sí [iure] a la única Iglesia de Cristo». 

Hay elementos de santidad y de verdad en las comunidades separadas de la Sede Romana, pero la integridad y totalidad de los mismos, así como su perfección «esencial» sólo se encuentran en la Iglesia Católica Romana, aunque a esta puede faltarle la perfección «accidental» de algunos de ellos. [Ib., p. 85]

  Entre estos bienes el Concilio enumera: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza, la caridad, algunos dones interiores del Espíritu Santo y otros elementos visibles.

 Estos bienes de santidad y verdad en ellas existentes son ya verdaderos elementos de comunión, aunque imperfecta.  Provienen de Cristo y a Él conducen.  Cuando son vividos provocan un dinamismo hacia la unidad plena. La alusion a los mártires y santos, como patrimonio común de los cristianos ha sido desarrollada en la encíclica papal, abajo el principio rector de que

“La comunión aún no plena de nuestras comunidades está en verdad cimentada sólidamente, si bien de modo invisible, en la comunión plena de los santos, es decir, de aquellos que al final de una existencia fiel a la gracia están en comunión con Cristo glorioso. Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, que les abrieron la entrada en la comunión de la salvación.
Cuando se habla de un patrimonio común se debe incluir en él no sólo las instituciones, los ritos, los medios de salvación, las tradiciones que todas las comunidades han conservado y por las cuales han sido modeladas, sino en primer lugar y ante todo esta realidad de la santidad.” US, 84. Cfr. También LG, 15

«Como bienes de la Iglesia de Cristo, por su naturaleza, tienden hacia el restablecimiento de la unidad.  De esto se deriva que la búsqueda de la unidad de los cristianos no es un hecho facultativo o de oportunidad, sino una exigencia que nace de la misma naturaleza de la comunidad cristiana» (Juan Pablo II, Ut unum sint, 49).

La communio. «Pero quienes ahora nacen y reciben la fe de Cristo en estas comunidades no pueden ser inculpados del pecado de la separación...». «Porque los que creen en Cristo y fueron debidamente bautizados se encuentran en cierta comunión, aunque no perfecta con la Iglesia Católica».

4.2.4 Diversos estatutos eclesiológicos: Iglesias y comunidades separadas.

Ver: Nota sobre la expresión "Las Iglesias Hermanas" (30 junio 2000)

Iglesias Particulares

Las Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares. Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la Iglesia católica al rehusar la doctrina católica del Primado, que por voluntad de Dios posee y ejercita objetivamente sobre toda la Iglesia el Obispo de Roma (DI, 17).

JP II afirmara respecto a las iglesias ortodoxas que “por la celebración de la eucaristía del Señor en cada una de esas iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios” (US, 12).

Carta Communionis notio señala -en relación con la falta de comunión con el sucesor de Pedro-, "como la comunión con la Iglesia universal, representada por el Sucesor de Pedro, no es un complemento externo de la Iglesia particular, sino uno de sus constitutivos internos, la situación de aquellas venerables comunidades cristianas implica también una herida en su ser Iglesia particular.

La existencia de elementos de santidad y verdad (elementa Ecclesiae) —más o menos abundante— determina el carácter eclesial, aunque herido y deficiente, de las comunidades separadas, y, por tanto, su significación en la historia de la salvación. [Ib., p. 85]

La palabra Iglesia, aplicada a comunidades separadas de Roma, es reservada por el Decreto, siguiendo la costumbre tradicional, a los orientales y a los viejos católicos
 

Comunidades eclesiales, comunidades hermanas

Las comunidades protestantes, aunque tienen otros elementos eclesiales, carecen de sucesión apostólica y del sacramento del Orden, elementos de todo punto necesarios para que se pueda hablar de Iglesia. [Ib., p. 85]

Por el contrario, las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico,[61] no son Iglesia en sentido propio; sin embargo, los bautizados en estas Comunidades, por el Bautismo han sido incorporados a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia. En efecto, el Bautismo en sí tiende al completo desarrollo de la vida en Cristo mediante la íntegra profesión de fe, la Eucaristía y la plena comunión en la Iglesia (DI, 17)

EL Bautismo, punto de partida del ecumenismo. «Justificados en el Bautismo por la fe, están incorporados a Cristo, y en consecuencia, llevan con todo derecho el nombre de cristianos...».

Resumen de los principios fundamentales para la comprensión católica del ecumenismo: [José R. Villar, op. cit., pp. 110-111]

""Por movimiento ecuménico" se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos" (4)

El ecumenismo afecta a todos. Se enumeran varias actividades ecuménicas: n. 4

El Decreto considera la exposición íntegra de la fe católica como una condición para el diálogo respetuoso y sincero: "Es de todo punto necesario que se exponga claramente la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido" (UR 11).

Pero, a la vez, el modo de exponer la doctrina ("que debe distinguirse con sumo cuidado del depósito mismo de la fe", UR 6) no debe provocar dificultades innecesarias: "La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos" y, en sentido positivo: "la fe católica hay que exponerla con mayor profundidad y con mayor exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados" (UR 11).

4.3.4 La "jerarquía de verdades"

El Decr. habla en ese contexto de la "jerarquía de verdades" en la articulación de la fe cristiana: "en el diálogo ecuménico, los teólogos católicos, afianzados en la doctrina de la Iglesia, al investigar con los hermanos separados sobre los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al comparar las doctrinas, recuerden que existe un orden o 'jerarquía" en las verdades de la doctrina católica, ya que es diverso el enlace (nexus) de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana" (UR 11; US 37).

No se trata de que unas verdades sean "más verdaderas" que otras, o que existan verdades fundamentales de la fe, y otras "secundarias", sino que en la exposición de la fe ha de tenerse en cuenta que los aspectos particulares están orgánicamente vinculados ("nexus mysteriorum": cfr. Conc. Vaticano I) con los núcleos de la fe: por ej., las afirmaciones sobre santa María se comprenden desde su condición de Madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero; el misterio de la Iglesia se entiende desde las misiones del Hijo y del Espíritu Santo; etc. La exposición de la fe aspira a mostrar, además, la armonía y proporciones debidas de cada aspecto dentro del conjunto del Misterio. Así, por seguir con el ejemplo, sería una visión deformada de la fe una exposición sobre la Iglesia centrada casi exclusivamente en la jerarquía, etc.

4.3.5 La Iglesia Católica y las escisiones

El Concilio dice que las rupturas de la unidad también afectan -de otra manera: no a su esse constitutivo- a la Iglesia Católica: "las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia realice la plenitud de catolicidad que le es propia en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Incluso le resulta bastante más difícil a la misma Iglesia expresar la plenitud de la catolicidad bajo todos los aspectos en la realidad de la vida" (UR 4). La ruptura de la unidad -abunda la Carta Communionis notio-, "comporta también para la Iglesia Católica, una herida en cuanto obstáculo para la realización plena de su universalidad en la historia" (n. 17).

Si "catolicidad" es la capacidad de la fe y de la Iglesia de asumir la legítima diversidad humana, y encarnarse en la variedad de naciones y culturas, entonces las rupturas impiden la "expresión histórica" de esa capacidad. Juan Pablo II gusta de repetir, por ej., que la Iglesia tiene que respirar "con los dos pulmones", en referencia al Oriente y Occidente cristianos. En otro sentido, el cristiano no católico, debería encontrar y vivir en la Iglesia Católica lo verdaderamente evangélico que haya en su comunidad; la Iglesia ha de acoger todo aquello que, en consonancia con el Evangelio y la disposición del Señor, pertenece a su "catolicidad".

4.3.6  Trabajo ecuménico y conversión personal

Trabajo ecuménico y conversión personal son dos cosas distintas que se se dificultan mútuamente.

El "trabajo de preparación y reconciliación de todos aquellos que desean la plena comunión católica" se distingue de la actividad ecuménica. En efecto, "se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo, oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios" (UR 4). Se mueven en órdenes diversos.

El Ecumenismo se dirige a las Comunidades como tales, y busca la perfecta unión institucional: su fin es "el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los bautizados" (US 77). La tarea de "preparación y reconciliación en la plena comunión católica" afecta a la conciencia individual y a la libertad religiosa. Tal proceso responde también al designio divino, y es obra del Espíritu Santo.

Es una grave deformación del ecumenismo despreciar o evitar las conversiones individuales, por estimarlas contrarias a la obra ecuménica; y, a la vez, el ecumenismo no es una táctica para conseguir conversiones con mayor facilidad. Ambas tareas son distintas.

Para la recepción en la Iglesia Católica de un bautizado válidamente existe una fórmula específica en el Ritual de la Iniciación cristiana de Adultos.

 

Principio de renovación institucional. El ecumenismo no se define sólo por una preocupación por los demás, sino, ante todo, por nosotros mismos: los fieles católicos deben examinar con sinceridad lo que hay que renovar y hacer en la misma Familia Católica para que su vida de un testimonio más fiel y patente de la doctrina e instituciones recibidas de Cristo a través de los Apóstoles.

Principio de santidad personal. Junto a esta renovación institucional se impone la renovación personal. "Aunque la Iglesia Católica posea toda la verdad revelada por Dios y todos los medios de gracia, sus fieles no viven de estos bienes con el fervor que corresponde, de modo que el rostro de la Iglesia tiene menos esplendor a los ojos de los hermanos separados... Por esta razón, todos los católicos deben tender hacia la perfección cristiana, y cada uno, según su condición, contribuir con su esfuerzo a que la Iglesia... se purifique y renueve cada día".

Principio de unidad y diversidad. In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas (UR 4) La catolicidad significa asumir e integrar la legítima diversidad en la expresión de la fe; en los ritos, la piedad y espiritualidad; en las lenguas y formas de expresión; en las categorías de pensamiento y sistemas culturales; en el régimen canónico, en las formas de vida en la Iglesia. [José R. Villar, op. cit., pp. 117-118]

"En la Iglesia, si se guarda la unidad en lo necesario, todos conservarán la debida libertad, correspondiente al cometido confiado a cada uno, tanto en las diversas formas de la vida espiritual y de la disciplina como en la diversidad de los ritos litúrgicos e, incluso, en la elaboración teológica de la verdad revelada; y guardarán en todo la caridad. Obrando de este modo, manifestarán cada día con mayor plenitud la verdadera catolicidad y apostolicidad de la Iglesia".(UR 4)

Principio de admiración y edificación. Es necesario que los católicos reconozcan y aprecien con alegría los bienes auténticamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran en poder de los hermanos separados (...): debemos admirar a Dios en sus obras. Y no puede pasarse por alto que todo cuanto realiza la gracia del Espíritu Santo en los hermanos separados puede contribuir a nuestra edificación ( UR 4.)

Principio de honor a la verdad completa. Es decir, la captación clara de la condición herida y deficiente de los valores eclesiales dispersos.

La armónica doctrina contenida en los documentos del Vaticano II ha sido puesta en entredicho por ciertas presentaciones falsas del ecumenismo y de la doctrina católica acerca de la unidad de la Iglesia. La Declaración Mysterium Ecclesiae(1973) de la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe sale al paso de dos errores: [Ib., pp. 90-91]

«...única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo (...) como si Cristo mismo estuviera dividido. División que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo para la causa de la difusión del Evangelio por todo el mundo» (UR 1).

«Cristo, antes de ofrecerse a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima inmaculada, oró al Padre por los creyentes, diciendo: "Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mi y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado"...» (UR 2).