historia

El CMI se constituyó en la Primera Asamblea general (Amsterdam) el 23 de agosto de 1948. Llegó a ser la expresión internacional más visible de diversas corrientes ecuménicas del siglo XX. Dos de estas corrientes Vida y Acción y Fe y Constitución se fusionaron en la Primera Asamblea. Una tercera corriente, el movimiento misionero, organizado en el Consejo Misionero Internacional se integró en el CMI en 1961, en el marco de la Tercera Asamblea (Nueva Delhi). Y una cuarta corriente, educación cristiana, se incorporó en 1971, mediante la fusión del CNI y el Consejo Mundial de Educación Cristiana, cuyas raíces se remontan al movimiento de escuelas dominicales del siglo XVIII.

En 1920, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla ( Patriarcado Ecuménico Ortodoxo) fue la primera iglesia que abogó públicamente por un órgano permanente de comunión y cooperación de "todas las iglesias": una "Sociedad de Iglesias" (Koinonía ton Ekklesion) similar a la Sociedad de Naciones (Koinonía ton Ethnon) propuesta después de la Primera Guerra Mundial. Lo mismo propugnaban en los años veinte dirigentes eclesiásticos como el Arzobispo Nathan Söderblom (Suecia), fundador de Vida y Acción (1925) y J.H. Oldham (Reino Unido), fundador del Consejo Misionero Internacional (1921).

En julio de 1937, en vísperas de las conferencias mundiales de Vida y Acción en Oxford y de Fe y Constitución en Edimburgo, representantes de ambos movimientos se reunieron en Londres y decidieron unirse y constituir una asamblea plenamente representativa de las iglesias. La nueva organización propuesta "no tendrá poder para legislar en nombre de las iglesias ni para comprometerlas a la acción sin su consentimiento; pero, si ha de ser eficaz, tendrá que merecer y ganar el respeto de las iglesias hasta el punto de que las personas más influyentes en la vida de las iglesias estén dispuestas a dedicar tiempo y reflexión al trabajo de la organización". También deberán participar los laicos que ocupen "puestos de responsabilidad e influencia en el mundo secular", y "un personal competente". S. McCrea Cavert (Estados Unidos de América) propuso el nombre "Consejo Mundial de Iglesias".

La propuesta fue acogida favorablemente en Oxford como en Edimburgo y en cada conferencia se designó a siete personas para constituir un comité de 14 miembros que se reunió en Utrecht en mayo de 1938 y que creó a su vez un comité provisional del CMI "en proceso de formación". William Temple (arzobispo de York, y después de Canterbury) fue designado presidente, y W.A. Visser't Hooft (Países Bajos), secretario general. El comité provisional sentó los cimientos del CMI, resolviendo cuestiones constitucionales por lo que respecta a su base, su autoridad y su estructura. En octubre-noviembre de 1938, el comité cursó invitaciones formales a 196 iglesias, y Temple escribió una carta personal al secretario de estado del Vaticano.

En Tambaram (India) en 1938, el Consejo Misionero Internacional expresó su interés por el plan de formar un consejo mundial de iglesias pero decidió continuar como entidad separada. Varias de las sociedades misioneras que lo integraban no querían estar bajo el control de las iglesias, y se temía que las iglesias de América del Norte y Europa no concediesen a las iglesias más jóvenes de otros lugares el lugar que merecían. Sin embargo, el Consejo Misionero contribuyó a facilitar el ingreso ulterior de estas iglesias en el CMI, se "asoció" con él en 1948 y terminó por integrarse al mismo en 1961.

En 1939 el comité provisional proyectó la Primera Asamblea del CMI para agosto de 1941, pero con el comienzo de la guerra mundial, el período de formación se prolongó un decenio más. Entre 1940 y 1946, el comité provisional no pudo funcionar normalmente mediante sus comités responsables, pero sus miembros y otras personas se reunieron en los Estados Unidos, Inglaterra y Suiza. Durante la guerra, y bajo la dirección de Visser't Hooft en Ginebra, varias actividades contribuyeron al testimonio supranacional de la iglesia: servicio de capellanía, trabajo entre prisioneros de guerra, asistencia a los judíos y otros refugiados, transmisión de información a las iglesias y preparación, mediante contactos con dirigentes cristianos de todas partes, para la reconciliación después de la guerra y la ayuda intereclesial.

Después de la guerra, el comité provisional se reunió en Ginebra (1946) y en Buck Hills, Pennsylvania (1947), y afirmó que la trágica experiencia de la guerra había reafirmado la determinación de las iglesias de hacer visible una comunidad de reconciliación. Hacia 1948, 90 iglesias habían aceptado la invitación de adherirse al CMI.

Una reflexión más detenida sobre la representación y composición del CMI llevó a una cuidadosa consideración de la magnitud numérica y de la adecuada representación confesional y geográfica. El principal requisito para ser miembro era aceptar la base sobre la que se constituiría el Consejo; otros requisitos especificaban la autonomía de una iglesia, su estabilidad y su dimensión adecuada y sus buenas relaciones con otras iglesias. Aunque algunos estaban a favor de un consejo compuesto fundamentalmente de consejos nacionales de iglesias o de familias confesionales mundiales ( luteranos, ortodoxos, bautistas, etc.), prevaleció el argumento de que el CMI debería estar en contacto directo con las iglesias nacionales, comprendiendo por lo tanto la Iglesia Metodista de Gran Bretaña, la Iglesia Metodista Episcopal de los Estados Unidos, la Iglesia Metodista de África Meridional, etc. Los órganos confesionales mundiales, los consejos nacionales de iglesias y los organismos ecuménicos internacionales podrían ser invitados a enviar representantes a la Primera Asamblea, pero a título de observadores sin derecho a voto.

Cuando se reunió la asamblea inaugural el 22 de agosto de 1948, sus 147 iglesias de 44 países representaban de algún modo a todas las familias confesionales del mundo cristiano con excepción de la Iglesia Católica Romana. El día siguiente, la Asamblea aprobó la Constitución del CMI, y la comunidad de iglesias recién organizada hizo suyo el siguiente mensaje:

En Amsterdam se definieron las tareas del CMI de manera general en su Constitución y de forma más específica en sus decisiones sobre políticas, programas y presupuesto. La Asamblea autorizó al CMI a formular mensajes comunes para las iglesias y para el mundo, pero especificó la naturaleza y los límites de esas declaraciones.